La kinkidelia de DMBK
Directos al grano, empieza a sonar la instrumental KBMD cuando aún la gente no había tenido apenas tiempo de acomodarse. Un tema introductorio que sirve de fondo psicodélico para la aparición en el escenario de los 6 componentes de la banda Derby Motoreta’s Burrito Kachimba (DMBK) en directo: Dandy Piranha (voz -y guitarra rítmica en algunos temas-), Bacca y Gringo (guitarras), Papi Pachuli (batería), Soni (bajo) y Machete Carrasco (teclados, sintetizador, y otros sonidos y efectos).
Uno puede pensar que tras el nombre del grupo y los pseudónimos de los integrantes se puede intuir una falta de seriedad: nada más lejos, todo encaja magistralmente dentro de un universo que trasciende la música y que es fruto de un grandísimo trabajo de branding que abarca desde la estética de los integrantes hasta los diseños de portada de los discos y el color de los vinilos. Y esta mercadotecnia no tendría sentido si la calidad de las composiciones y el sonido no acompañara. Adelanto que todo el conjunto funciona al más alto nivel, que la puesta en escena es muy poderosa y la iluminación no se queda atrás, que en directo suenan aún mejor que en sus grabaciones, y que el trabajazo que se pega cada uno de los integrantes hace que apenas tengan tiempo para descansar.
Y es que la psicodelia no se toca sola, y requiere de un constante ajuste que, incluso, lleva al vocalista a tener que utilizar un pedal de efectos para controlar su distorsión, como un instrumento más, en la búsqueda de la experiencia exacta que quieren transmitir y una infinidad de matices prácticamente imposibles de apreciar en una sola escucha. Sin embargo, pese a lo enrevesado de su producción, llega y atrapa con una facilidad asombrosa al espectador.
A esta mezcla de sonidos y estilos le han querido llamar kinkidelia, como resultado de unas raíces kinkis expresadas desde la psicodelia. Musicalmente, ponen en común sonidos que hemos escuchado en grupos tan dispares como Tangerine Dream, Triana, Pink Floyd, Camarón o Medina Azahara. Una vuelta a los 70s y 80s con toda la calidad de audio de la actualidad.
Setlist
Tras la salida de los integrantes, con el recinto ocupado algo más de la mitad, empiezan a tocar The new Gizz, canción de su álbum debut, con un gran bajo, muchas posturitas de Dandy Piranha, buenos efectos de iluminación (con escaso resultado a pleno sol), y una serie de problemas con el control del volumen de la voz, a veces demasiado bajo y seguidamente saturando los altavoces. Es en el apartado vocal donde más se concentra la parte kinki del grupo, tanto por las formas como por el contenido. En Porselana teeth continúan los mismos problemas, sin llegar a estropear la experiencia. Con Caño cojo parecen solucionados. La gente empieza a animarse de verdad y a bailar en sus asientos.
Con grititos entre canción y canción, nos mantienen animados mientras aprovechan para secarse el sudor y nos recuerdan taparnos bien del sol.
A El valle le siguen RGTQ y La cueva. En Gitana, los 4 de delante (guitarras, bajo y voz) se ponen de rodillas para modular sus pedales y controlar sus incesantes efectos y distorsión.
En Turbocamello, Machete Carrasco toca también una batería eléctrica con efecto de cajón. Interpretan después Grecas, y se retiran todos al acabar. Gringo y Dandy Piranha vuelven con dos sillas verdes de madera de patio sevillano para empezar con Somnium igni parte 1. Van incorporándose el resto de integrantes hasta que Papi Pachuli hace un solo rodeado de todo su grupo, que da la espalda al público para atender a su baterista. Seguidamente, la parte 2 con la misma energía que derrochaban desde el comienzo de la actuación.
La enérgica Aliento de dragón empieza a dificultar el trabajo del personal de seguridad, que tiene que controlar que se respeten las medidas higiénicas que incluyen el no levantarse de la silla. Mucho trabajo para estos chicos. Pero es que con temas como Dámela y los pasajes de mayor intensidad resulta muy complicado no explotar verticalmente para aplaudir o para bailar. Desde luego no son grupo para ver tranquilos.
13 monos, Samrkanda, y se marchan dejando sonar una guitarra. Vuelven con la Nana del caballo grande y terminan con El salto del gitano, uno de los himnos de la banda. El público termina de desatarse y es imposible de controlar.
En el punto más alto y con un sensacional espectáculo realizado, se despiden al ritmo de La cachimba de Los Chichos. D. Piranha alza el pie de micro, personalizado con el manillar de una motoreta, con el orgullo de quien exhibe un trofeo.
La experiencia
Si ya habíais leído la crónica del concierto que nos ofrecieron en julio del pasado año, comprobaríais que no dejan indiferente a nadie y que tienen la capacidad de ilusionar y maravillar con su unión de talento y creatividad.
En condiciones normales, no me gusta hablar mal de nadie porque entiendo el esfuerzo que hay detrás de cualquier artista y las dificultades que tienen que superar. Intento ver sus puntos fuertes desde una actitud positiva. Ahora bien, eso no significa que regale las buenas palabras, y si digo que suenan estupendamente bien y que son un súper grupo recomendadísimo para cualquier amante de la música en muy diversos estilos, es porque lo creo firmemente.
Yendo aún más lejos, son historia viva del panorama musical. Poder verlos en concierto es una oportunidad única. El desperdicio de sillas vacías duele como tirar comida. Y la vorágine que suponen debe ser aún mayor cuando al fin volvamos a condiciones de normalidad, y podamos saltar y bailar, de noche, apreciando los efectos de luces y humo, y gritar sin mascarilla sus letras. Entonces los espero de nuevo con muchas ganas.
Podríais pensar que estoy exagerando y que solo ha sido un buen concierto, tan difícil de conseguir en estas condiciones impuestas por la pandemia. Aunque así fuera, ya es algo que merece mucho la pena, porque, como mínimo, es imposible salir decepcionado tras la hora y media de puro espectáculo.
Os dejamos con más imágenes de nuestra fotógrafa @miriamgilalbert