Tras un par de llamadas al público por megafonía, que se encontraba en la zona Gastro Club del espacio Noches Mediterráneas, dieron las 22:04 horas y comenzó a sonar la magia de la armónica de Carlos Goñi. Sin embargo, antes, habían sonado puntuales las recomendaciones sanitarias que recordaban, una vez más, las medidas que se debían cumplir para la buena celebración del concierto.
En una silla se recostó Revólver para acomodarse entre sus tres guitarras. Una mesita donde apoyaba sus armónicas y una lámpara fueron los elementos que hicieron de este un concierto en acústico especial, a la orilla del mar, acompañado por su familia, con el Castillo de Santa Bárbara de fondo, y con un público entregado.
Comenzó, como es normal, agradeciendo al público que estuviera apoyándole a pesar de la situación de emergencia que estamos viviendo y lanzó un comentario explicando que no iba a hablar del “bicho” en ningún momento del concierto. Su único objetivo era disfrutar, hacer disfrutar y evadirse tanto él como los asistentes, de lo que nos rodea a todos desde hace meses.
Un Revólver cercano al público y que se comunicaba con él cuando le pedían canciones, y es que Carlos Goñi, realizó un recorrido por sus canciones más míticas, pero también cantó canciones que no solía cantar en conciertos pero que este día, simplemente, le apetecía.
Me quedará para el recuerdo la anécdota de una canción que escribió a la primera mujer que le partió el corazón con tan solo 11 años, Virginia. A día de hoy, Goñi reconoce que le sorprende que aún recuerde su nombre. Pero, sobre todo, me acordaré de la soltura con la que Carlos se desenvuelve con el público, y es que, ni durante un problema técnico, provocado por una guitarra desafinada, dejó de conversar con un público que mantuvo a Revólver como en casa.
‘El dorado’, ‘Tu noche y la mía’, ‘El roce de tu Piel’, ‘Frío en Madrid’, acompañadas de mascarillas, sillones y la brisa del mar formaron parte de una noche de un diferente y raro sábado de septiembre.