Ripios al indie
Tiempo atrás la poesía, ripios, y la música han estado ligadas a mostrarnos una historia en un momento determinado, ya sea un hecho histórico, un romance o una simple fábula para distraer a niños. En este caso y, en el momento que estamos, la cabeza se pone a pensar y, a su vez, a tararear canciones que nos han acompañado en muchos momentos de nuestra vida. Alguna de ellas consideradas himnos de festivales que si no te sabes ninguno de ellos, es un pecado imperdonable.
En estos días, un servidor quiso jugar con varias canciones y unirlas para ver hacia dónde nos llevaban. Reconozco que ha sido un juego divertido, una especie de puzzle donde unas frases creando una especie de ripio (a mi modo de ver) que hace un pequeño homenaje a lo que nos marca de por vida, la palabra. Espero, os guste el vídeo.
«En aquel parque de atracciones, allí donde solíamos gritar, exponiéndonos ante la gente, presumiendo por ahí, decidimos huir a cualquier otra parte para coger carreteras infinitas. Entonces, cuando pasaron los otoños como festivales por nuestra piel, sentí que no había alta fidelidad entre nosotros. Cómo no pude darme cuenta que hay ascensores prohibidos, que hay pecados compartidos y que tú estabas tan cerca. Dicen que nuestra historia será como aquella canción de los años 80».
Me tenías tan fascinado, que vestía como tu decías, para ir a esos sitios tan deprimentes, hacía de escoba y de felpudo en esos días raros. Aprendí palmo a palmo tu piel pero, sentí que el equilibro es imposible cuando vienes y me hablas de nosotros dos. Yo solo quería pausa, tú rebobinar; yo buscaba un ritmo lento, tú velocidad; yo solo pedía una dulce mentira, tú toda la verdad.
En un lado todo el daño, todo lo bueno en el otro, pero tú nunca en el centro, siempre haciendo algún destrozo. Ardían, ardían los muros y los tejados, ardían la sombra de tu pasado, ardían las llamas de nuestros abrazos. Incendios de nieve y calor desde aquel rincón tan exquisito, vimos un pánico práctico que nos hizo tener unas dudas infinitas.
El problema fue creer en la electricidad, en la complicidad de alta tensión. Sin embargo, lo que fuimos tiene más de una razón, para acusarnos de traición. Se que parece eterno y que no cambiará, que duele tanto que no se podrá borrar. Te he observado desde lejos, siéndome distante al nivel de un inexperto.
Hay un fuego lento que a veces me guía desde que era un niño mutante con un problema errante. Me pregunto si dejarse llevar suena demasiado bien, jugar a ese azar donde nunca sabes donde puedes terminar o empezar, quizás en un futuro catastrófico o en una revolución sexual, lo único que me cada claro es que deberíamos decir más veces, te deseo todo lo que te mereces.»