No hay día en el cual no escuchemos música, voluntaria o involuntariamente. No conozco día en el que la felicidad no suene. Suena la naturaleza con su mar, los cánticos acompañantes de las aves, la risa de la gente, las máquinas de las naves… No hay día en el que no sintamos los tambores de nuestros corazones.
No concibo poesía sin su banda sonora, sin su orquesta como sombra, como colchón. No entiendo literaturas sin pasión, ni esculturas sin historias y vivencias. No sé leer las experiencias, tan solo puedo recitarlas, declamarlas a los cinco vientos, con instrumentos físicos o imaginables de cuerda creando repercusión con el toque atento de la percusión. Me encanta la música: no se puede coger ni agarrar pero sí sostener. Me llama porque es libre, me llama e incendia, salva, apaga, despierta, ahuyenta,… La música nos frecuenta.
La música en la vida es otro alimento más… Sí “más”. Y no puedo más que alegrarme de lo mucho y bien que suena mi ciudad. Cada día más humana y armónica, más suave, más potente, más frágil, más fuerte, más fértil y responsable. Tan sensible y bella como sus gentes.
Música… ¿Te suena?
El que escribe es aquel que tiene algo que decir . Y creo que todo el mundo tiene algo que decir. No hace falta ser “Escritor” para ser escritor.
El o la que baila es alguien que se comunica y se expresa a través de movimientos sincronizados al son de una “música” en ocasiones audible externamente y otras muy internamente.
El pintor, comunicador a color, empleado de paleta y pincel, brocha y pared. “Si escuchas una voz en tu interior que te dice que no puedes pintar, ¡Pinta! y esa voz se callará” (aplicable a cualquier disciplina). Frase es atribuida a Vincent Van Gogh, pintor neerlandés, uno de los principales exponentes del postimpresionismo.
El acróbata, que se juega la vida por vivirla, por poder compartir momentos de espectáculo, riesgo y tesón con su público…
El payaso que llora a solas y que su principal misión es brotarte una sonrisa. Imagínate la música del circo, percibe su movimiento y su magia.
El que canta, en un festival, en una sala, en la ducha, en un antro de buena vida. El que no sabe porqué pero necesita cantar… Ese, ese guarda música en su interior.
El músico, qué decir del músico. Gracias por acariciar violines, por esos apretones de guitarra, por el piano piano… Los músicos son los mejores acompañantes de esta aventura.
El que rapea, el que dibuja, el que esculpe, el que fotografía, el que crea, el que cree…
El que ve luz en el arte, y lo abraza con libre expresión, el que se saca del pecho el corazón y lo desmenuza para poder soplarlo en dirección a ninguna parte.
Alicante… Alicante, Ciudad de la Luz.
Y todo por amor. A uno mismo, al prójimo. Y todo… Por amor al arte.