Tras dos estíos sin festivales, el 2022 nos ha dejado los meses más festivaleros que se recuerdan. A los clásicos –Primavera Sound Barcelona, FIB, Mad Cool, Arenal o BBK– se han unido propuestas novedosas que, con mayor o menor acierto han colmado el calendario semana tras semana.
Absolutamente todo el mundo ha estado de festival en lo que llevamos de año. Si estás perdido y no sabes de lo que hablo, basta con que abras Instagram un sábado por la noche o que te fijes en las muñecas de la gente. Los hay que juntan cuatro o cinco pulseras y, si alguien se lo hubiese propuesto, por seguro habría podido pasarse dos meses de festival en festival, de manera ininterrumpida.
Y es que festivales novedosos como el Festival Antorchas (Albacete), el Farándula (Alicante) o el Love to Rock (Valencia) se han subido al carro, llenando de luces y sonido cada rincón de la geografía ibérica. Sin embargo y, en condición de asistente a cuatro festivales en menos de un año, no son pocas las alegrías, pero también las inquietudes, que me ha transmitido el formato.
Mucho más (o menos) que música
Esta sobrecarga de artistas y días no me ha dejado todas las sensaciones positivas que esperaba. La experiencia de los festivales va mucho más allá de la música: recintos que se asemejan a grandes parques de atracciones, con un branding cuidado y donde hasta el más mínimo detalle –las pulseritas y los vasos– se cuida. Tanto es así que el cuarto arte pasa a un segundo plano. La realidad detrás de las impresionantes fotografías que vemos en las RRSS es la indiferencia de la mayoría del público durante las tres cuartas partes de las actuaciones, esperando esos dos hits del grupo mientras se comen una hamburguesa.
Las colas
Incluso en lo extra musical, el punto fuerte de estos eventos, han fallado algunos promotores. Hablo de aspectos organizativos. Dime cómo son tus colas y te diré cómo de bueno es tu festival. Algunos como el Mallorca Live Festival o nuestro Spring Festival han recibido críticas por los tiempos de espera para la recogida de entradas. Pero estos son fallos menores.
Sonados han sido algunos chascos como la cancelación del Puro Reggaeton (Madrid) a menos de 24 horas de su inicio o del Diversity Valencia, cuyos asistentes dicen no saber nada del reembolso de sus entradas.
Sobre el futuro de los festivales
Con todo, permitidme que dude del futuro del formato, al menos en la magnitud actual. Con festivales en todas las capitales de provincia y carteles bastante uniformes con tendencia hacia los artistas nacionales, solo unos pocos seguirán en la parrilla en años venideros. Factores diferenciales como la geografía, el precio, la cuantía y el nombre de los artistas internacionales y la buena organización marcarán las diferencias.
Mientras tanto, permitidme que disfrute de un invierno de conciertos individuales, de giras que pasan por salas, plazas de toros y teatros y de recitales de artistas emergentes locales.