Este año el festi Marearock ha cumplido 10 añitos, y lo han celebrado por todo lo alto. Para ello, la organización decidió tirar la casa por la ventana, comenzando por la ampliación del festival, que hasta esta edición había sido sólo de un solo día, y con la excelente oferta musical, con un cartel plagado de grandes del panorama nacional. Esto hizo que se superase cualquier expectativa de ventas que hubiesen tenido, llegando a vender todas las entradas para el sábado. Brutal!
Hay que destacar el apoyo del festival a los grupos locales (de la terra), apoyando así la diversidad lingüística y el uso de la lengua, y a los grupos jóvenes y poco conocidos, que no defraudaron pese a su poco tiempo en el candelero, y esto para ellos es una oportunidad enorme para darse a conocer.
A nivel práctico e infraestructural (que también os interesa mucho, festivaleros) fue un puntazo que hubiesen bares cerca de la zona de conciertos, y el hecho de que la piscina estuviera justo enfrente seguro que vino bien a más de uno, porque con la que caía… Eso sí, al ser un poco pequeñita, se formaban unas colas considerables, pero merecía la pena esperar un ratejo sólo por poder refrescarse un rato.
La zona de acampada quedaba algo lejos del recinto, y el tamaño se quedó bastante justo, lo que hizo que se formara un lio de tiendas importante. Anécdota: una servidora se perdió buscando su tienda y pasé 45 minutos buscándola más desorientada que nadie. Pero ese igual es otro tema…
Otro problema que he visto comentar en las redes sociales fue que al parecer las ardillas del camping causaron problemas (verídico). Pero bueno, ¿quién se lo podía esperar?
El festival en sí prometía muchísimo, y allí estuvimos los de Música Zero, al pie del cañón, para no perdernos ni un solo concierto y poder contaros un poquito lo que fue.
Entramos a la zona de conciertos puntuales el viernes, el supuesto “día flojo”, con energías a tope y dispuestos a aguantar como jabatos las 13 horas de conciertos que nos esperaban. La zona de conciertos era grande, pero sin exagerar. Digamos que tenía el espacio suficiente para que cupiésemos todos a gustito. Dentro del recinto encontramos los tan típicos puestos de comida y camisetas, que han protagonizado una extraña polémica… Pero empecemos con lo nuestro.
El festival arrancó bajo el sol abrasador con Tuberk, un grupo joven y con fuerza que mezcló temas propios con versiones. Estas fueron las que personalmente me ganaron, y en especial lo petaron una de “No nos moverán” y otra bucólica versión del “I want to break free” dedicada al speed. Hermoso.
Seguimos, sin apenas descansar y buscando como locos una sombra para no morir abrasados por el inclemente sol, con los fantásticos Pura Mandanga. Los alicantinos nunca defraudan en sus directos, con su mestizaje latino, sus toques de reggae y sus ritmos pegadizos nos tuvieron bailando desde el minuto cero. Y es que todos los componentes tienen muchísimo talento, y eso se nota sobre todo en sus directos. Tocaron temas de sus dos discos, personalmente los que más me gustaron fueron “Mar sin calma” (una de mis favoritas) y “Loca”. Va, voy a mojarme un poco, reconozco que este fue uno de los conciertos que más disfruté, tanto por los pegadizos temas como por la actitud del grupo, que se lo estaba pasando igual de bien que nosotros, y eso quieras que no se transmite muchísimo.
Llegaron a continuación El Diluvi. Los alcoyanos son ya un clásico de este tipo de festivales, este verano se han movido entre festivales como Pedro por su casa (no sé en cuantos carteles los habré visto). Tienen un sonido muy peculiar, una especie de ska-folk valenciano con sonidos de tinte clásico, al que ellos mismos llaman mestissatge mediterrani, una mezcla peculiar que consiguen utilizando instrumentos de todo tipo, como la bandurria, el acordeón o el violín junto al ya clásico conjunto de guitarra-bajo-batería. Destacamos el homenaje que hicieron al conocido cantante Ovidi Montllor con una versión del “Va com va”. Y así como curiosidad, el del acordeón (Tòfol) fue profesor mío en la universidad. Qué cosas tiene la vida…
Los Disidencia comenzaron con su típica intro, y a partir de ahí dieron rienda suelta a su rock-punk con resonancias de metal, despertándonos a los que nos estábamos quedando dormidos con la caída de sol. Tocaron algunos de sus temas como “A todos ellos” y por ahí he escuchado que fue uno de sus mejores conciertos. Al final del concierto se produjo un momento muy tierno cuando el cantante hizo subir a su padre al escenario.
Ya con la noche caída y el recinto un poco más lleno, entraron a dar caña Los Chikos del Maíz con su afilado rap reivindicativo. Fueron a saco desde el primero momento, regalándonos unas cuantas perlitas cantando muchos de sus mejores temas. Lo que más nos gusta de este grupo son sin duda sus letras, que van bien cargaditas. No se cortan ni un pelo, lo que es parte de su atractivo: esa facilidad para decir las cosas de forma directa. Y no dejan de ser reivindicativos ni mordaces ni en las pausas entre canción y canción, dejándonos un momentazo brutal cuando sacaron una bandera de Suiza como forma de crítica a la corrupción económica. Tienen un humor muy irónico, y realmente fue efectivo.
Los siguientes fueron los integrantes de El Noi del Sucre. Personalmente, es un grupo que impone muchísimo. Ya viéndolos prepararse para subir al escenario, todos con sus trajes de militares y las caras tapadas, daban un poco de respeto. Y no digamos ya cuando se subió el señor Lorenzo, con su cara pintada de payaso que acojonaría al mismísimo Wayne Gazy y con esas expresiones faciales, esa actitud… En fin, el conjunto hace que la imagen del grupo se te quede graba en la mente.
En general fue un buen concierto, pero a mitad el cantante dio un pequeño discurso en agradecimiento a los que montan el concierto y acerca del trato hacia los stands de camisetas (no voy a meterme en polémica ni nada, pero tampoco le faltaba razón), que ha provocado bastante polémica y alguna que otra mala cara. (Al parecer el tema se ha solucionado, y nos alegramos por ello). Discusiones aparte, el concierto sonó bastante bien, con ese sonido desgarrado que tienen y esa puesta en escena tan impresionante.
Con el recinto ya mucho más lleno, llegaron los de La Gossa Sorda, los grandes del día. Eran de los más esperados, y se notó en la afluencia del público. El grupo acababa de protagonizar una polémica debido a su negativa a actuar en el Rototom tras haber vuelto a aceptar a Matisyahu, mostrando así su apoyo a Palestina y poniendo sus ideales por delante de cualquier cosa (así me gusta!), y aprovecharon para recordarlo en el concierto.
Comenzaron con “Aire”, y a partir de ahí siguieron con uno de los mejores conciertos que recuerdo, volviendo a tocar temas clásicos (cosa que llevaba pidiendo el público desde hacía mucho) como “Ball de rojos”o “Quina calitja”. Luego nos contaron que algunos temas (que personalmente me gustaban mucho) los tuvieron que quitar por falta de tiempo. Porras. En general fue un concierto estupendo, donde dieron caña con su sonido tan característico de dolçainas y guitarras, y con las voces tan distintivas de los cantantes. Una pena que hayan anunciado su retirada de los escenarios, pero aún les queda cuerda para rato.
A continuación se subieron al escenario los Iratxo, con su estilo característico y peculiar, tocando temas tanto de su nuevo trabajo como los más clásicos y conocidos, como “No es la primera vez” o “Carita de mentira”, un poco de todo su extenso repertorio. En general, fue un concierto movido y coreado. Fueron Iratxo siendo Iratxo.
Y al fin despedimos el viernes con los Kontaminació Akústika como cierre. Un grupo joven, una mezcla de personajes de la provincia con un sonido tirando a ska, muy valenciano, que nos recuerda un poco a otros grandes grupos valencianos por su sonido de dolçaina.
En general el viernes fue un día muy reivindicativo, la mayoría de los grupos aprovecharon su tiempo en el escenario para hacer crítica de temas sociales, como el tema del paro o la ley mordaza, económicos (la puta interminable crisis) y políticos, sobre todo a tenor de la polémica de Matisyahu en el Rototom.
Y allá que nos fuimos a dormir, con una sonrisa y motivados a tope, para estar preparados para el día siguiente.