La sala The One, en San Vicente, se puso sus mejores galas el 17 de mayo para recibir a Rayden, evento que nadie quería perderse. A principios de este año salió a la venta su nuevo disco, “Sinónimo”, el segundo de una trilogía que empezó con “Antónimo” y culminará con “Homónimo”. Sería una maravilla si para celebrar el estreno de este último se programase otro concierto por Alicante… pero aún tenemos que esperar para ver cuando vuelve por estos lares este poeta renacentista del siglo XXI.
Las puertas abrían a las 9, pero algunas personas muy devotas estuvieron haciendo cola desde aproximadamente las 3 de la tarde, y su sacrificio desde luego mereció la pena: consiguieron ver a su ídolo en primera fila en un concierto que estuvo plagado de momentos muy emotivos, buen rollo y una pizca de reivindicaciones.
El evento empezó con mucha fuerza, con canciones tan conocidas y enérgicas como “Xtravaganza”, haciendo que la sala entera chillara, bailara y se aproximase al éxtasis. No tardó mucho en relajarse la cosa, con otros temas como “A mi yo de ayer” o “Finisterre”, con letras que todo aquel presente rezaba con devoción.
En mi opinión, el momento clave de la noche fue cuando sonó “Los dioses también sangran”. Todos los que se encontraban en el escenario salieron, dejando a David solo, con luces rojas y mucho sentimiento. Él mismo contó antes de empezar a cantar que con esta canción le daba la sensación de que el público se desvanecía, y creo que todos los presentes realmente nos imbuimos en una experiencia casi divina.
Pero no todo fue sentimentalismo. También tuvimos nuestra buenas dosis de risas, especialmente cuando Rayden contó que el siempre increíble Mediyama se había tatuado el logo de USB en un lugar que poca gente se atrevería. Desde luego no solo los que atendimos nos lo pasamos en grande; todos los que se encontraban en el escenario parecían vivir en una burbuja de complicidad y felicidad, incluida Gema Tomás, que subió durante unos minutos a formar parte de la mística del escenario.
Podría contar como fue cada canción, porque todas encuentran la manera de calarte bien hondo, y en directo la sensación es abrumadora, pero esto sería muy tedioso….y hay que vivirlo.
Antes de acabar solo me gustaría resaltar la pieza “Caza de pañuelos”, una obra magistral que demuestra que Rayden no ha perdido su vena reivindicativa (que much@s tanto añoramos). Durante la noche hubo momento para denunciar el fenómeno atroz de la manada y para apoyar a la comunidad LGTBI+, temas cadentes en los que el músico mostró su lado más progresista.
En resumen: clímax, final feliz.