Vivimos en pleno siglo XXI, el siglo de las tecnologías, los medios audiovisuales y las comunicaciones. Hoy en día, tenemos al alcance de la mano herramientas con las que si quiera podíamos llegar a soñar antaño.
Estas herramientas nos facilitan las cuestiones de nuestra vida diaria como en cuestiones más técnicas, podemos mantener una conversación a tiempo real con individuos que se encuentran a miles de kilómetros de nosotros, podemos estar disfrutando del concierto más salvaje de rock en Estados Unidos, mientras en Japón, observan como cantamos a viva voz la canción de nuestro grupo preferido en el mismo instante.
Pero, no es oro todo lo que reluce, todos esos avances nos facilitan la vida, de eso no cabe duda, pero sin duda alguna son armas de doble filo, me explico.
Para un melómano como yo, es frustrante ver como cada vez hay menos interés en las nuevas generaciones en levantarse un día, y decir: “Voy a ser una estrella del Rock”.
El simple hecho de levantarte con el objetivo de coger un instrumento y respirar música, De disfrutar de el melifluo sonido de una guitarra acústica o de una desgarradora melodía de una increíble guitarra eléctrica.
Esta cuestión me lleva a pensar en que se aproxima el fin de la guitarra eléctrica, de la música en general, cada vez pienso con más fuerza que la música comercial ha ganado la batalla.
Sin embargo creía que estaba muy equivocado, ¿Cómo va a morir la guitarra eléctrica? Con todo lo que ha sido, con todo lo que nos ha aportado, y chicas, chicos, no estaba tan equivocado.
Un día comencé a seguir entrevistas de grandes estrellas pasadas como Eric Clapton y me di de bruces contra la realidad, el fin de la guitarra eléctrica no se aproxima, ya ha comenzado.
A partir de esto, empecé a indagar sobre esta realidad, y encontré el núcleo de los problemas de las grandes marcas, en este caso Gibson, la reina de nuestro mundo de guitarristas.
La reina está teniendo que pagar un precio muy alto por su corona, y es que en un artículo de una revista la cual mide la solvencia económica de las grandes empresas , vi a Gibson acariciando la bancarrota, con una deuda de más de 375 millones de dólares, quedé atónito y comencé a buscar las principales causas de esta situación por la que pasa la marca más puntera del mercado.
La primera es el odiado “GForce», un sistema de afinación automático en el cual Gibson dedicó más de 10 años de investigación y desarrollo del mismo, para llegado el día de incluirlo en el mercado, ser rechazado por sus consumidores, las personas buscan lo clásico, “lo de toda la vida» y a eso le añadimos nuevos modelos con menor calidad, lo que lleva a los compradores de esta marca a buscar modelos más antiguos de una calidad extraordinaria, a todo esto le incluimos la sonada inundación que sufrió la compañía en 2010 y una gran multa que recibió por utilizar un producto ilegal para la construcción de sus guitarras, madera de ébano de Madagascar.
Esto llevo a Gibson a tener un nivel de solvencia negativo y bajar sus ventas anualmente un 30%.
Actualmente existen más de 2700 fabricantes de guitarras, y si cada fabricante vende un 30% menos al año, eso conlleva a fabricación anual de guitarras las cuales se quedan en los almacenes de las marcas cogiendo polvo, uno de los motivos principales de esta situación es la que ya he comentado antes, la falta de nuevas generaciones interesadas en hacer música, y esto también se debe a la falta de nuevos “Guitar Heros”.
Los que conservamos actualmente presentes, o están mayores, retirados o incluso perduran eternamente en nuestra memoria, por lo tanto al no tener a grandes como Eric Clapton, Kurt Cobain, Jimi Hendrix, no tenemos realmente iconos.