Intento hacerlo lo mejor que puedo y no soy profesional, pero lo doy todo por estar al nivel. Escuchas a músicos con menos de un año de recorrido musical, diciendo que ellos son unos luchadores, que no lo han tenido fácil, luego todo ese mensaje se desvirtúa cuando se quejan de no tener Coca colas frías en el backstage y de que su padre no le ha dado la paga de la semana. No entiendo ese interés en decir lo que no eres.
¿Realmente merece la pena? No es necesario decir públicamente lo que te has esforzado y mucho menos intentar ser quien no eres, puede que sea para que en mi crónica intente refleja ese mensaje. Pero yo hablo de su música y no de ellos, que son dos cosas muy diferentes.
Odio que la gente diga que las han pasado putas, cuando realmente no lo han hecho. Yo sé lo que es pasarlas putas, luchar cuando no tienes ganas de hacer, sudarla gorda porque nadie confía en ti, verse limitado, que tu familia te recuerde que «NUNCA» cumplirás tus sueños, escuchar que «NUNCA» llegaras a nada y a pesar de todo cada mañana levantarse para volver al combate. Lo que realmente duele de verdad no son las palabras de las personas que te dicen «NUNCA» sino el silencio de la gente que quieres, al ver que te dicen eso. Hay silencios que lo dicen todo de todo.
Un profesor de lenguaje de primero de bachiller me digo que «NUNCA» llegaría a nada y me llamo «PROYECTO DE FRACASO» en varias ocasiones. Pero hoy yo estoy aquí escribiendo lo que pienso y él va diciendo que yo fui un gran alumno suyo. ¿Quién es el fracasado?
Cada vez que escuche esos «NUNCA» me guardaba esa furia, esas ganas de llorar, esa bilis, esa frustración, ese odio y sonreía, pero luego lo soltaba todo en soledad. Yo no lucho contra ellos, yo lucho contra la parte de mí que pensó que «NUNCA» lo superaría. Porque mi mayor enemigo «SIEMPRE» fui yo mismo. Hoy puede decir que he llegado tan lejos como he querido, que yo no lo he tenido fácil y que cerré muchas bocas. Cada golpe que aguante me hizo mejor persona y que mantuve el tipo en todo momento sin quejarme. «El sonido de la envidia son unos dientes que chirrían.» Quiero dedicar esto a las personas que me abrazaron cuando solo pedía una caricia.
Solo el muro de mi habitación conoce la fuerza de mi odio y solo mi almohada conoce el peso de mis sueños.