Cada noche vuelvo solo a casa y acompañado de una soledad que solo conoce mi cama. Mi soledad solo puede abrazar a mi sombra. Te pasas la vida intentado sacar tu vida a flote, responsabilidades, dudas, deberes y sonreir cuando no te apetece. Mis amigos me decían que pagarían por saber lo que pienso. Lo que pienso es tán cristalino que hace reflejo en mis cuencas oculares y me hacen sudar por los ojos. Me destroza coger el móvil y leer mensajes de mis amigos que tengo lejos, que me preguntan ¿Qué te pasa? Lo que me pasa es que el Whatapps no entiende de sentimientos, silencios y caricias. Hay cosas que no se pueden explicar y mucho menos sin un cruce de miradas.
Para poder escribir esta columna de opinión tengo que hablar de música, pero no hay música en el silencio de mis pensamientos. Cuando alguien me ve por la calle es siempre con unos auriculares. ¿Sabes por qué voy con auriculares? Porque no soporto escuchar mis pensamientos, que me hacen recordar lo que hay en mi país. Vivo en un país con libertad de expresión, pero en el que no se escucha la voz de los que más necesitan ser escuchados. Mi curriculum no plasma la realidad, que soy mucho más que dos páginas y un clip.
Nos dicen que somos la generación más preparada y mi generación está rodeando el mundo, porque no hay nada aquí. Cada día que pasa, mi futuro me lleva lejos de mi hogar y eso me destroza por dentro. No quiero alejarme de mi casa, mi familia, en general mi vida y lo que yo soy. Porque las personas solo somos experiencias y no hay experiencias sin amigos. El ser humano es un animal de manada, en un sistema neoliberalista. Mi día a día se resume en 3 tareas, estudiar, trabajar y dormir. Salir de la rutina ya es parte de mi rutina. Yo necesito a la música porque con ella no tengo que mentirme a mí mismo diciendo que estoy bien cuando en realidad no lo estoy.
¿Sabes por qué vuelvo solo a casa cada noche? Porque 3 de cada 4 amigos que tengo tiene que emigrar para cumplir sus sueños. Llamarles soñadores, porque sueñan con trabajar de lo que han estudiado. Vuelvo solo a casa, con los auriculares puestos, porque no tengo a nadie con quien hablar. No por nada en especial, sino porque mis mejores amigos son la familia que yo elijo y quiero envejecer con ellos. Pero no siempre se puede.
De que me sirve mirar al cielo, si casi nunca abro la ventana.